domingo, 28 de junio de 2015

Suicidio en defensa propia


Esta situación es muy extraña. No hablo del suicidio como acto de quitarse la vida en sí mismo, sino como una forma irónica (ojo que no la inventé yo) de llamar la atención sobre un fenómeno que es muy llamativo. Consiste en que dejamos ir algo que nos gusta mucho, que amamos, que nos apasiona (puede ser un algo, un alguien, un proyecto) por la posibilidad de que no resulte. Sólo por la posibilidad. Por protegernos a nosotros mismos.
Y eso hace reflexionar en qué medida el miedo nos impide ser felices, al punto de renunciar a algo "por si...". Como si fuéramos incapaces de creer esa propia felicidad. De resistirla, incluso, si ya estamos muy acostumbrados a otros golpes y pensamos que no podremos manejar eso, no sabemos, la vida ha sido siempre distinta. De nuestra inflexibilidad y nuestra poca tolerancia al cambio, incluso aunque el cambio sea bueno. Del profundo dolor infligido previamente que genera una incredulidad a toda prueba.
Incluso puede minar cualquier intento de siquiera intentar algo, ni siquiera dar la oportunidad a empezarlo. Y condenarnos a vivir una vida vacía y plana.
La montaña rusa es un poco más entretenida. No está exenta de riesgos, por supuesto. Siempre traerá esa posibilidad del "y si...". Pero la cuestión es: ¿hasta dónde preferimos una vida plana por miedo a lo que podría llegar a ser? ¿no es eso también una muerte en vida?

No hay comentarios: