domingo, 25 de abril de 2010

Trabajando muchas horas y respuesta masculina a la situación




Es verdad. Estoy trabajando muchísimo, muchas horas a la semana. Lo hago, eso sí, con una finalidad específica, no sólo por el vil y sucio (o sea, lo necesito para mi finalidad, pero no es mi fin).
Incréiblemente, me las he arreglado para mantener el contacto con mis amigos, no faltar a cumpleaños, cenas, alguna junta, misa conmemorativa o lo que se aparezca en el camino. Parece que mientras más te apretan el tiempo, más malabares haces para hacerlo rendir (valga la redundancia...)

Pero algo que me llama profundamente la atención del momento en que por alguna razón alguien me pregunta "¿Dónde trabajas?" y comienza la larga lista de lugares en que me estoy desempeñando, me preguntan: "¿Y tienes pareja?" (bajo el trasfondo de que "ninguno aguantaría esta situación")... Lo increíble de esta pregunta es que, aunque sea verdad que se tiene menos tiempo para compartir con alguien, no crean capaz a un hombre de acompañar a una mujer en la consecución de un sueño, aceptando cambiar tiempo por felicidad futura. Eso habla más o menos mal de ustedes, chicos, piénsenlo... ¿Qué porcentaje de ustedes es capaz? ¿Qué porcentaje de ustedes está dispuesto al sacrificio por alguien que aman, aunque eso signifique compartir menos tiempo con esa persona, cuán fuerte es el amor versus la necesidad? Me gustaría saber qué opinan...

PD: Obvio que esto es ante una situación temporal, para siempre no lo aguanta nadie =P

sábado, 17 de abril de 2010

Realidades


Atada entre los lazos de mis sueños
que me liberan y me cazan a la vez.
Prisionera de cadenas que he buscado
para ejercer mi libertad.

Sin embargo encuentro espacios de respiro
entre las prisas que en silencio me convocan.
Cuando todos observan las sonrisas
donde se esconden las horas de desvelo
no pueden ver las realidades
que se multiplican tras mis puertas últimas.


sábado, 3 de abril de 2010

De Supermercado



En el supermercado
llevo un carro de soledad.
Echo todo para uno,
no tengo a quién preguntarle sus gustos,
excepto a mi gata que no me cuenta...

Es en esos momentos
cuando siento la profunda compañía de la ausencia,
y de tanto odiarla
me estoy haciendo su amiga
resignándome a su presencia constante,
me acostumbro al eco de sus pasos.

La soledad de supermercado
es un ejemplo de mi propia soledad.
Un par de litros de jugo,
una bolsa chica de pan,
tres tomates
delatan mi condición de independencia
y de vacío hogareño
(excepto el alimento de gato,
la arena y los juguetes).

Cuando llego a casa
mi cuadrúpeda es la única que revisa las bolsas,
buscando alguna golosina.
Nadie me pregunta si traje algo rico
o eso que me había encargado,
o si me acordé de esa mermelada tan buena...

La soledad de supermercado
llena mis bolsas,
mis días
y hasta mi refrigerador.