Hoy asistí a la 37° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Una fiesta literaria. Varias cosas me sorprendieron.
De partida, en el camino, iba sentada en el Subte y un hombre se sube con su hijo de unos 4 años sobre él. El hombre se veía más o menos en malas condiciones, y comienza a hablar a los pasajeros de su cesantía, de su mala situación... Y luego habla de su hijo que dormía en sus brazos... Nos dice que no le tengamos miedo, porque el niño está bajo su medicación. Nos nombra los medicamentos, que tal vez para la mayoría de la gente son desconocidos, pero que a mis oídos son totalmente familiares: son medicinas para el VIH. Y nos muestra una bolsita con los frascos.
Y me pregunto mientras escucho: ¿Cuál será la desesperación (o sinvergüenzura, quién sabe) de un padre que expone a su hijo de esa manera? ¿Cuál será la situación de ese padre, que no trabaja? ¿Será discriminado por tener la misma enfermedad? ¿Estarán ambos enfermos, o no?. Qué impacto. Tal vez mi impacto es tanto, el ver que alguien se atreva a declarar la enfermedad públicamente, porque en Chile estamos acostumbrados al recelo total y completo de esa información.
Me bajo del subte. Me equivoco de dónde hay que hacer la cola, me dicen: "Tiene algún canje?" "No" "Entonces al otro lado". La cola era de cuadras!!!! Maravilloso. Me da lo mismo esperar con tal de ver lo sorprendente de un pueblo cuya ansia de conocimientos se respira... Así quiero ver a Chilito, haciendo colas eternas para la feria del libro (y con libros más baratos, por cierto).
Una vez dentro, casi no sabía qué hacer. Cuando encontré la sección de editoriales, estuve al borde del colapso... ¿Y qué miro primero? Más de 4 horas caminando y quiero volver, se hace poco... Increíble. Absolutamente recomendable, un must.
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