sábado, 8 de mayo de 2010

A Lucy


(y todos esos seres que nos acompañan siendo silenciosos, ayudándonos...)



Ante tu dolor, mujer,
me inclino.
Tu mirada sencilla,
tus pasos humildes
y tu gesto dulce
son la conquista del cielo
en el mundo de infierno
en que caminas.

Y el sufrimiento golpeó tu semblante pronto,
vino para quedarse
para consumir tu vida.
Esos minutos que te hemos robado
segundo a segundo,
mientras cuidas nuestras casas.

Tu moreno rostro
que pese a todo,
sólo tiene una sonrisa para mí,
me conmueve
y me da culpa,
porque todas las Lucys
son tú,
y se nos olvidan sus caras,
sus sufrimientos, sus vestigios.

Tu vida transcurre entre nuestras vidas,
vives a través de nosotros
y nosotros vivimos a través de ti,
por tu espacio invadido
en una vida lejana a los tuyos.

¿Podrás algún día perdonarme
por robar tus instantes
con la aspiradora?
¿Podré agradecerte lo suficiente
la sustracción de tus segundos
entre mis días?
Porque mientras lo pienso,
tú me miras
y sonríes.

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