Mientras la veía (y era con imágenes bastante perturbadoras, debo decir) pensaba en el cinismo nacional. Siempre el abuso será deplorable, uno de los lugares donde más bajo cae un ser humano. Y que en la Iglesia lo hace aún peor por lo que representa como institución. Sin embargo, cortémosla con rasgar vestiduras y vayamos a mirar a la más básica y fundamental de las instituciones: la familia. El lugar donde más se dan los abusos, y que tantas veces he escuchado entre las historias que "la familia no hizo nada para no dividirse", pagando tantas veces el costo de una infancia destrozada. Mirémonos a nosotros mismos, que probablemente la cantidad de abusos que se cometen en una Iglesia es un porcentaje ínfimo comparado con los que ocurre en la población general. Vamos a mirar dónde andan nuestros hijos, quién los cuida y qué estamos haciendo para prevenir. Eduquémolos para que puedan evitar situaciones de abuso, y puedan avisar y pedir ayuda si la desgracia les ocurre. Pero dejemos de externalizar el problema: está más cerca de lo que creemos.
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