La música es el lenguaje del alma. Nada puede ser más cierto que eso. Nada es comparable a la sensación de una música que te hace vibrar, que te hace sentir el palpitar de tu corazón, porque penetra las fibras más profundas de tu cuerpo... Es una sensación diferente a la que entregan otros tipos de arte. La música invade el aire, invade tu cuerpo con la vibración que genera, moviliza los sentimientos. Es una forma de arte completa. Atraviesa todas las dimensiones del cuerpo y el alma, al dejarse llevar es casi orgásmica.
Hoy fui a un concierto de cámara de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Y volví a encantarme recordando mis tiempos de colegio, cuando mi encantadora profesora de música engendraba nota a nota un profundo amor por la música en mí. Le agradezco el haberme regalado ese aprecio que ahora me hace vibrar... Y espero algún día recuperar ese encanto de tocar un instrumento.
El programa se inició con el London Trío para Flauta, Oboe y Cello de Haydn. Me recordó esas piezas juguetonas que te hacen subir y bajar rápidamente, cual si fueras un pequeño pájaro en vuelo, y lo que sube y baja es tu espíritu. Fascinante. Luego, el Trío Sonata para Oboe, Fagot y Violín de Zelenka, cuyo segundo movimiento me conmovió profundamente. No recordaba la exquisita dulzura del oboe y las caricias del violín...
Posteriormente, el Dúo Brillante Nº 1 para dos Flautas de Kuhlau, en que me pareció increíble la complementariedad de ambas flautas, en que cambiaban de roles pero se respetaban mutuamente, se potenciaban en su armonía hermosa... Entre las notas juguetonas recordaba la sensación de amar y sentirse amao, cuando es de verdad, cuando ninguno de los dos ahoga al otro... Definitivamente una pieza digna de escuchar y de aprender de ella. Maravillosa.
Después, el Duetino para dos Fagotes de Bozza. Y nuevamente el fagot me regaló sus sonidos, me mostró su dicotómica capacidad de ser melancólico y juguetón a la vez...
Y finalmente, para completar esta excepcional hora de música, el Cuarteto en Do Mayor K 2856 para Flauta y Cuerdas de Mozart. Y me maravillé con la viola, que era un instrumento que yo tenía medio despreciado, me di cuenta de su majestuosidad, de su capacidad de llenar los espacios, sin notarse, pero a la vez sin ella faltaría tanto en la pieza...
La música. Espero no abandonarte, música. Espero que me inspires ahora como tantas veces. Hermosa, tú, espero que Dios me enseñe a apreciarte cada día más...