miércoles, 19 de septiembre de 2007

Piedras


“Una piedra en mi camino
Me enseñó que mi destino
Era llorar y llorar…”

Muchas veces cuestionamos lo que nos sucede entre porqués y cómos, pero pocas veces nos preguntamos los para qués. Encontramos que las situaciones son injustas, nos quejamos, lloramos, reclamamos. Pero pocas veces pensamos que lo que ha pasado tiene un propósito claro.
Ya sé que esto es un tema recurrente, no estoy precisamente descubriendo América. Pero de todas formas quiero desarrollar una idea que hace poco tiempo cobra sentido para mí. La he escuchado mil veces, pero es distinto escucharla que absorberla en la piel, sentirla como una verdad y asimilarla como tal.
Lo que nos sucede parece ser extrañamente movilizado por una fuerza o mano invisible. Porque en nuestro camino hay cosas que claramente las generamos nosotros, con nuestro actuar, como consecuencia o voluntariamente. Pero hay otras que parecen descabelladas, que parecen venir de la nada y con consecuencias a veces nefastas, a veces otras que son agradables sorpresas que vienen a rescatarnos de la incredulidad y la desilusión. A enseñarnos que no todo está perdido.
Pues bien. Cada cosa que ocurre nos enseña algo que necesitamos de verdad aprender. Y de hecho cuando parecen pasar una tras otras, es porque de la anterior no hemos aprendido suficiente. Y la que viene es para hacernos reflexionar de nuevo. Nada parece ocurrir por azar. Aunque de todas formas, el destino es flexible, no quiero decir con mis palabras que estuviera predeterminado o algo así, sino que nosotros lo vamos creando con nuestras necesidades de aprendizaje. No conscientemente, en muchas oportunidades. Pero al reflexionar sobre lo que ha ocurrido y ver que trasciende nuestras intenciones, hay que buscar una razón mayor. Aunque parezca no tenerla, por último es para enseñarnos una habilidad que en este momento no necesitamos, pero que posteriormente nos será necesaria para otro acontecimiento que deberemos enfrentar.
Todo tiene un sentido. Cada pieza dentro del rompecabezas tiene su función clara e iremos encontrando su lugar cuando miremos con claridad todas sus aristas y la comprendamos. Sólo entonces las piedras del camino habrán cumplido su objetivo.

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