martes, 18 de septiembre de 2007

Té Verde


Mientras me bebo la primera taza de una maravillosa cajita de té verde, sentí la necesidad de contarles cómo llegó este té a mí. Porque hay pequeñas grandes cosas que dan para reflexionar.

El viernes, luego de un largo día de poli y de terminar con mi última paciente (telefónica, en intento de suicidio y yo intentando detenerla), agotada pero feliz, una compañera y amiga, otra de esas personitas especiales con las que uno comete el error de muchas veces hablar poco, me pidió que la esperara. No sabía para qué, pero la esperé un rato. Ella estaba viendo un paciente y estaba siendo supervisada por una doctora, mientras un compañero y también amigo me esperaba para traerme a casa.

Me acerqué hacia donde estaba mi amiga con la doctora y la apuré un poco, preguntándole si le faltaba mucho; me pidió una vez más que la esperara, y ante mi insistencia, se levantó y sacó un paquete de regalo que estaba a sus espaldas. La sorpresa me invadió. Ella se acercó y me dijo: “Yo sé que hay que ser buena pobre, pero tú mereces esto”, y me entregó el paquete con algo cuadrado en su interior.

Sentí una oleada de emoción, de ganas de llorar tremendas. No sé por qué no pude, todavía me llenaba el momento de contención que acababa de vivir en el teléfono. La abracé y le agradecí con todo mi corazón; aún no sabía cuál era el contenido, pero eso no importaba. El contenido en esos momentos no importaba, sino la gran e inesperada nobleza de mi amiga lo llenaba todo.

Me alejé unos pasos perpleja, caminando hacia los casilleros. Ahí lo abrí y me encontré con esta cajita de té verde. Por si no lo saben, soy fanática del té. Y recordé por qué la recibí.

Un día conversando con mi amiga y compañera, Andrea, ella me ofreció del té que traía. Mientras hacíamos poli, entre paciente y paciente, tomábamos té del que ella traía, y me buscaba para ofrecerme, pues sabía de mi gran gusto por él. Y en uno de esos momentos, le comenté que por ahora el stock en casa se reducía al té de canela de té Supremo (que, sin desmerecer, no es malo) porque había que saber ser buena pobre. Que cuando hubiera sueldo compraría un té mejor.

Me llegó de una vez el recuerdo de esta conversación y quedé aún más perpleja. Porque estos pequeños grandes gestos son los que me hacen de nuevo creer en las personas. Andrea, me regalaste mucho más que un té. Me regalaste un tremendo pedazo de alegría y de Fe. Mis mayores agradecimientos para ti. Gracias por tu hermoso regalo por tu tremendo corazón por tu delicadeza. Muchas gracias. Bebo mi té a tu salud!!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La historia es buena
la manera que tienes de relatarla muy buena
envuelve.
Guarda una de sas bolsas
para que nos tomemos un tecito
sentados en la cuneta.


Y a todo esto...la persona del teléfono...cómo está ?

RHESO

Anónimo dijo...

Que lindo gesto...
esos regalos son los ke verdaderamente llegan.Eske llegan al corazon y son dados de verdad.
:)
amiga t echo de menos toy esperandote en el msn...
janitaaa