Entre soledades y compañías

La vida y sus vueltas... Qué verdad es eso de que tiene tantas.

El camino no tiene fin. Y en este camino, en que por distintas razones he estado tan feliz y tan triste por ratos, en medio de esta tremenda libertad que me hace tan feliz y que me ha dado tantos momentos hermosos, tantas personas maravillosas que he conocido en mi camino, no puedo evitar sentir una cuota de soledad.

Y la soledad tiene esa capacidad de inmiscuirse y afectar otros terrenos de la vida, de hacerte cosas que en otros momentos no sentirías. De deformar un poco la visión de las cosas que se tiene, de magnificar estados de ánimo poco deseables, de generar dudas de cosas que parecían ya despejadas. De engañarte un rato con sus triquiñuelas emotivas.

La soledad que ante vestigios de compañías y soledades, de olvidos y recuerdos, echa a andar la melancolía. Echa a andar los deseos de que ciertas cosas no hayan sido como fueron, de desear un presente o un futuro en tantas cosas igual al actual, en otras distinto. A no olvidar el pasado porque te enseña sobre el futuro, a apreciar el presente que tanto ansiaste en otras oportunidades. Y de todas formas a desear cosas que todo el mundo (o casi todo el mundo) siempre persigue, a confundir los sentimientos...

En fin. Presentes irreversibles, pasados que fueron como fueron y que son lo que hay. Presentes imperfectos, pero lo más cercano a la perfección que he experimentado en múltiples cosas. Futuros incógnitos, pero con todas las de ganar, es el eterno consuelo de las lágrimas pasadas.